📝HISTORIA EN BREVE
- El jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), que es un edulcorante común, se produce a partir de almidón de maíz y contiene una mayor proporción de fructosa que el azúcar de mesa
- El hígado procesa la fructosa en lípidos (grasas), y las células cancerosas los utilizan para crecer, lo cual impulsa el desarrollo de tumores de forma indirecta
- Las investigaciones demostraron que inhibir la capacidad del hígado para procesar la fructosa reduce los lípidos circulantes y evita que la fructosa promueva el crecimiento de tumores
- Consumir frutas enteras, con la fibra y los nutrientes que contienen por naturaleza, es una forma más saludable de consumir fructosa que a través de azúcares refinados como el JMAF
- Reducir el consumo de JMAF implica leer las etiquetas de los productos, elegir alimentos enteros y limitar los alimentos procesados con alto contenido de azúcares añadidos
🩺Por el Dr. Mercola
Muchos alimentos y bebidas de uso diario contienen jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), el cual es un edulcorante común que se encuentra en un gran número de productos. Si bien proporciona un sabor dulce, cada vez más investigaciones revelan una conexión preocupante entre el consumo de JMAF y el crecimiento de tumores cancerosos. Comprender este vínculo ayuda a tomar decisiones informadas sobre lo que consume y la forma en que cuida su salud.
¿Qué es el jarabe de maíz de alta fructosa?
El jarabe de maíz de alta fructosa se elabora a partir de almidón de maíz, que se descompone en un azúcar llamado glucosa. Después, se utilizan enzimas para convertir parte de esa glucosa en otro tipo de azúcar, llamado fructosa. Este proceso da como resultado un jarabe con una mezcla de glucosa y fructosa. El JMAF es similar al azúcar de mesa normal (sacarosa), que está compuesto de partes iguales de glucosa y fructosa unidas entre sí.
No obstante, el JMAF suele tener un porcentaje un poco más alto de fructosa. Piénselo de esta manera: si el almidón es un gran castillo de Lego, el proceso de producción lo descompone en bloques individuales (glucosa y fructosa) y luego los vuelve a ensamblar en una configuración diferente.
El JMAF está muy extendido en nuestro suministro de alimentos. Lo encontramos en refrescos, jugos de frutas, bocadillos procesados, productos horneados, cereales para el desayuno, condimentos como la salsa cátsup e incluso en muchos yogures. Se utiliza porque es una forma rentable de agregar un sabor dulce y mejorar la textura de muchos alimentos procesados. Si camina por los pasillos de cualquier supermercado, es muy probable que encuentre JMAF en numerosas etiquetas de alimentos. Es importante tener presente que prevalece en los productos que consumimos todos los días.
El cuerpo procesa el JMAF de manera diferente al azúcar normal. Cuando consumimos glucosa, casi todas las células del cuerpo la utilizan como energía. Por otro lado, la mayor parte de la fructosa se procesa en el hígado. En ese órgano, la fructosa se convierte en grasa, lo cual es un proceso llamado lipogénesis.
Esto es similar al funcionamiento de un automóvil con gasolina normal (glucosa) que utiliza cualquier motor. La fructosa es más bien un combustible especializado que solo un tipo de motor (el hígado) es capaz de procesar. Si ese motor recibe una cantidad excesiva de este combustible especializado, comienza a producir subproductos en exceso (grasa).
El consumo de JMAF ha aumentado de forma significativa en las últimas décadas. Este aumento coincide con la creciente preocupación por los problemas de salud relacionados con el consumo excesivo de azúcar refinada en general. Algunos de esos problemas son la obesidad, la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico (un conjunto de afecciones que aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, derrame cerebral y diabetes) y ahora un riesgo mayor de ciertos tipos de cáncer.
El JMAF contribuye al crecimiento de tumores
Las células cancerosas tienen una forma única de obtener energía. Por lo general, prefieren utilizar glucosa para producir energía a través de un proceso llamado glucólisis, incluso cuando hay oxígeno disponible. Este fenómeno se conoce como el efecto Warburg. Debido a que el JMAF contiene una gran cantidad de fructosa, que se convierte en glucosa, le brinda a las células cancerosas más combustible del que necesitan.
Es como si las células normales fueran autos híbridos muy eficientes que utilizan tanto gasolina como electricidad, mientras que las células cancerosas son como autos que consumen mucha gasolina y solo funcionan con ella (glucosa). El JMAF les da un mayor suministro de ese tipo de combustible. Además, dado que la mayoría de la fructosa se procesa en el hígado, y cuando hay demasiada, el hígado comienza a producir más grasa, este aumento de producción conduce a un estado de inflamación crónica de bajo grado y resistencia a la insulina.
Tanto la inflamación como la resistencia a la insulina son factores de riesgo muy conocidos para varios tipos de cáncer. Un estudio que se publicó en Nature exploró esta conexión, y demostró cómo la fructosa de los alimentos promueve la acumulación de grasa en el hígado. Estas grasas, en específico los lípidos como las lisofosfatidilcolinas (LPC), se transportan a las células tumorales, que las utilizan para crecer.1
El hígado actúa como una fábrica y cuando tiene más fructosa de la necesaria, crea un exceso de “productos” (grasas) que las células cancerosas utilizan para crecer. Este estudio descubrió que las células cancerosas no utilizan la fructosa como combustible con facilidad, sino que el hígado la convierte en estos lípidos que luego utilizan las células cancerosas.2
El consumo excesivo de fructosa también provoca inflamación y estrés oxidativo. El estrés oxidativo es un desequilibrio entre las moléculas dañinas llamadas radicales libres y la capacidad del cuerpo para contrarrestarlas. Estos factores dañan el ADN, que es el manual de instrucciones de la célula, y crean un entorno más favorable para que crezcan tumores.
Imagine la inflamación crónica como una llama pequeña de fuego que arde dentro de su cuerpo de forma constante. Este incendio daña los tejidos circundantes y aumenta el riesgo de sufrir problemas como el cáncer. La investigación también está explorando la relación entre el consumo de JMAF y ciertos tipos específicos de cáncer.
Algunos estudios sugieren que hay una conexión entre un consumo elevado de JMAF y un riesgo mayor de cáncer colorrectal.3 Si bien muchos de estos estudios se han realizado en modelos animales o cultivos de células, plantean preguntas importantes y resaltan la necesidad de hacer más investigaciones en humanos para comprender por completo el alcance de esta conexión.
La fructosa alimenta los tumores de forma indirecta
El estudio de Nature reveló un mecanismo sorprendente por el cual la fructosa promueve el crecimiento de tumores. Los investigadores descubrieron que la fructosa no alimenta a las células cancerosas de forma directa. En realidad, el hígado es el que ejerce un rol muy importante. Cuando procesa la fructosa, produce lípidos, en particular LPC, que se liberan en el torrente sanguíneo y viajan a las células tumorales.
Las células cancerosas necesitan lípidos para construir sus membranas celulares, que son esenciales para el crecimiento y la división. En lugar de producir estos lípidos por sí mismas, muchas células cancerosas prefieren absorberlos de su entorno. El estudio descubrió que las LPC, producidas por el hígado en respuesta a la fructosa, proporcionan una forma eficiente para que las células cancerosas obtengan los lípidos que necesitan para desarrollarse. Es como si su hígado actuara como un servicio de entrega que le brinda al tumor los elementos fundamentales que requiere para crecer.
En el estudio, los investigadores descubrieron que las células del hígado, a diferencia de las células cancerosas que estudiaron, poseen la maquinaria necesaria para procesar la fructosa. Este procesamiento hace que se produzcan y se liberen LPC. Administrar LPC en ratones con tumores fue suficiente para aumentar el crecimiento de los mismos.
Por el contrario, cuando los investigadores inhibieron la capacidad del hígado para procesar la fructosa, redujeron los niveles circulantes de LPC y evitaron que la fructosa promoviera el crecimiento de los tumores.4 Esto demuestra cómo el hígado actúa como intermediario cuando transforma la fructosa en una forma que las células cancerosas pueden utilizar con gran facilidad. Esta nueva comprensión de cómo la fructosa influye en el crecimiento de los tumores podría abrir nuevas vías para el desarrollo de tratamientos dirigidos a la interacción entre los tejidos sanos y las células cancerosas.5
Diferencias entre la fructosa presente en los alimentos enteros y los azúcares refinados
Es importante distinguir entre la fructosa que se consume en su forma natural a través de los alimentos enteros y la fructosa aislada que se encuentra en edulcorantes como el jarabe de maíz de alta fructosa. Cuando la fructosa se separa de su entorno natural, como es el caso del JMAF, contribuye a problemas metabólicos importantes. No obstante, cuando se consume fructosa como parte de la fruta entera, que también aporta fibra, vitaminas, minerales y otros compuestos vegetales beneficiosos (fitonutrientes), no es algo de lo que deba preocuparse.
Las frutas son uno de los alimentos más saludables que puede consumir. Esto se debe a que tienen una gran cantidad de nutrientes, y la fibra y los fitoquímicos que contienen ayudan a regular la forma en que el cuerpo absorbe y procesa la fructosa. Estos componentes trabajan juntos para moderar el impacto de la fructosa en el metabolismo. Piénselo de esta manera: la fibra de la fruta actúa como un amortiguador que retarda la absorción de fructosa en el torrente sanguíneo.
El único caso en que la fruta puede causar problemas es cuando la persona tiene una mala salud intestinal. Esto sucede cuando se altera el equilibrio de las bacterias en el intestino (el microbioma), lo que dificulta que el cuerpo procese las fibras naturales de la fruta.
Esto puede ocurrir por varios factores, que incluyen el crecimiento excesivo de bacterias patógenas después de que las toxinas mitocondriales y ambientales acaban con los microbios beneficiosos. La solución no es evitar la fruta para siempre, sino más bien restaurar su microbioma intestinal para que el cuerpo pueda digerir y beneficiarse de los alimentos enteros que contienen fibra.
También vale la pena señalar que el azúcar de mesa común (sacarosa) se compone por un 50 % de fructosa, por lo que consumir cantidades elevadas puede perjudicar su metabolismo. Una alternativa como la dextrosa (glucosa pura) es una opción de carbohidrato “más segura” porque la glucosa no causa los mismos daños que la fructosa aislada. A pesar de ello, es importante recordar que todos los carbohidratos, incluyendo la glucosa, deben consumirse con moderación.
Si bien los carbohidratos son esenciales para contar con energía, comer grandes cantidades de carbohidratos refinados en poco tiempo provoca picos de azúcar en la sangre y estresa el metabolismo. Para algunas personas, sobre todo las que tienen sensibilidades alimentarias graves o problemas intestinales, beber poco a poco una solución de glucosa a lo largo del día podría ayudar a satisfacer las necesidades de carbohidratos sin alterar los niveles de insulina o perjudicar el intestino. Aun así, recuerde que esto debería considerarse solo como una solución a corto plazo.
La clave está en priorizar las frutas enteras como fuente de fructosa, mantener un microbioma intestinal saludable para restaurar la función mitocondrial y gozar de una buena energía celular, así como cuidarse de los azúcares refinados (lo que implica evitar el JMAF). Este enfoque equilibrado refuerza la salud metabólica y puede ayudar a evitar los riesgos de la fructosa aislada y el consumo excesivo de carbohidratos refinados.
Cómo reducir el consumo de JMAF
Uno de los primeros pasos para reducir el consumo de JMAF es evitar los alimentos procesados y ser un experto en etiquetas. El JMAF suele aparecer en la lista de ingredientes de los alimentos empaquetados. Sin embargo, también es importante tener en cuenta otros nombres que podrían indicar su presencia, como jarabe de maíz, azúcar de maíz y jarabe de glucosa y fructosa. Si revisa las etiquetas con cuidado, podrá tomar decisiones más informadas sobre lo que compra y lo que consume.
Por suerte, existen muchas alternativas más saludables. Las frutas enteras aportan dulzura natural junto con vitaminas, minerales y fibra. También se recomiendan los edulcorantes naturales como la miel y el jarabe de maple, pero debe asegurarse de elegir variedades puras, no las que contengan JMAF agregado.
Asimismo, es importante reducir el consumo general de azúcares refinados. En lugar de tomar un refresco, beba agua o té sin azúcar. Al preparar salsas o aderezos en casa, usted controla la cantidad y el tipo de edulcorante que utiliza. Cambios sencillos como estos hacen una gran diferencia.
Es muy importante llevar una alimentación equilibrada para gozar de una buena salud general y prevenir el cáncer. Consumir muchos carbohidratos saludables y una cantidad adecuada de proteínas le brinda al cuerpo los nutrientes que necesita para funcionar de manera correcta. Se trata de crear una base saludable que apoye las defensas naturales del cuerpo. Más allá de la alimentación, hay otros factores de estilo de vida que también ayudan a prevenir el cáncer.
Algunos de los más importantes incluyen hacer actividad física con regularidad, mantener un peso saludable, evitar los productos de tabaco y limitar el consumo de alcohol. Estas opciones, junto con un esfuerzo consciente por reducir el consumo de JMAF evitando los alimentos procesados, le permitirán tomar control de su salud.
Cuando evitamos los alimentos procesados, no solo reducimos nuestro consumo de JMAF, sino también de otro compuesto que se consume en exceso: el ácido linoleico (AL), lo que mejora aún más la salud y reduce el riesgo de cáncer.
Tome decisiones informadas para proteger su salud
Las investigaciones sugieren una relación preocupante entre el jarabe de maíz de alta fructosa y el desarrollo del cáncer. El estudio de Nature reveló que la fructosa no alimenta las células cancerosas de forma directa, sino que actúa a través del hígado, que la convierte en lípidos que utilizan las células cancerosas para crecer.
Aunque es necesario hacer más investigaciones, sabemos que es fundamental tomar decisiones informadas sobre lo que consumimos. Una forma proactiva de proteger nuestra salud consiste en ser cuidadosos y evitar los alimentos procesados, leer las etiquetas de los alimentos, elegir alternativas más saludables al JMAF y adoptar un estilo de vida equilibrado. En última instancia, esto le dará los conocimientos necesarios para tomar decisiones que favorezcan su bienestar.