HISTORIA EN BREVE

  • Es bien sabido que los niños autistas a menudo sufren de problemas gastrointestinales (GI), y aquellos que experimentan los peores problemas gastrointestinales suelen desarrollar los casos más graves de autismo
  • Investigaciones recientes confirman y refuerzan aún más la teoría de que el intestino desempeña un papel importante en el desarrollo del trastorno del espectro autista (TEA). La disfunción intestinal que se desarrolla durante el autismo puede deberse a mutaciones en los genes encontrados tanto en el intestino como en el cerebro, las cuales afectan la comunicación neuronal y causan disfunción intestinal
  • Incluso sin un componente genético, el microbioma intestinal parece ser de gran importancia en el trastorno del espectro autista. Investigaciones anteriores han demostrado que los niños autistas cuentan con una menor diversidad y menor cantidad de ciertas bacterias intestinales, lo que puede causar una mayor susceptibilidad hacia los efectos adversos de las toxinas ambientales
  • La investigación de la Dra. Natasha Campbell-McBride demuestra que existe una interacción dinámica muy profunda entre el intestino, el cerebro y el sistema inmunológico. Su protocolo conocido como GAPS podría ser una de las estrategias de tratamiento más importantes para prevenir el autismo
  • Mantener un microbioma intestinal normal en los primeros 20 días de vida es crucial en la maduración del sistema inmunológico de un bebé. Los bebés que desarrollan un microbioma intestinal anormal permanecen con sistemas inmunológicos comprometidos, lo que los pone en un mayor riesgo de sufrir reacciones a las vacunas

Por el Dr. Mercola

El autismo abarca una amplia gama de condiciones caracterizadas por desafíos relacionados a las habilidades sociales, la comunicación y los comportamientos repetitivos. El autismo es un trastorno del espectro, lo que significa que los síntomas pueden clasificarse en términos de su posición en una escala.

La organización sin ánimos de lucro Autism Speaks señala que no solo existe un tipo de autismo, sino muchos subtipos que se ven afectados por una combinación de factores genéticos y ambientales.1 Cada individuo cuenta con un conjunto distinto de fortalezas y desafíos que afectan su aprendizaje, comprensión y resolución de problemas.

En algunos casos, las personas con trastorno del espectro autista (TEA) requieren un apoyo significativo, mientras que otras pueden vivir de manera independiente y ocupar puestos de alto funcionamiento. Se cree que numerosos factores influyen en el desarrollo de esta enfermedad.

Es bien sabido que los niños autistas a menudo sufren de problemas gastrointestinales (GI) y que quienes experimentan los peores problemas gastrointestinales suelen desarrollar los casos más graves de autismo.

Investigaciones recientes nuevamente resaltan el vínculo que existe entre los intestinos y el cerebro, así como la influencia que ejerce la disfunción en el eje cerebro-intestinal sobre los rasgos del TEA.2

La genética no puede explicar la epidemia del autismo

En la mayoría de los niños, los síntomas del TEA aparecen a los 2 o 3 años de vida, aunque los síntomas de retraso en el desarrollo pueden aparecer incluso antes. A fines de la década de 1970, los investigadores descubrieron parejas de gemelos idénticos que a menudo compartían el TEA, lo que demuestra que la condición cuenta con un componente genético.3

Sin embargo, la genética no es el único factor de riesgo, ni siquiera el principal. Una investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, publicada en el 2011, la cual analizó nuevamente a los gemelos, descubrió que los gemelos fraternos (dicigóticos) contaban con mayores probabilidades de compartir un diagnóstico de autismo que los gemelos idénticos (monocigóticos).4

Los gemelos fraternos solo comparten la mitad de su ADN, mientras que los gemelos idénticos comparten hasta el 99.99 %, lo que significa que existe otro factor responsable de la mayor tasa de diagnósticos dobles entre los gemelos fraternos.5

Según los investigadores, los factores ambientales son los culpables más probables. En conclusión, afirmaron que "la susceptibilidad al TEA tiene una heredabilidad genética moderada y un componente ambiental gemelo compartido y sustancial".

Esto no es totalmente sorprendente. No existe una epidemia genética, por ello la genética simplemente no puede utilizarse como una explicación para el crecimiento exponencial de los casos de autismo.

De hecho, la investigación publicada en el 2008 encontró mutaciones de novo (nuevas mutaciones que surgen de manera espontánea) asociadas con el autismo hasta en el 1 % de los niños diagnosticados con autismo.

Factores de riesgo para el autismo

En cambio, la mayoría de los casos de autismo parecen ser el resultado de la activación o expresión de varios genes diferentes, y existen numerosos factores epigenéticos y ambientales que pueden desencadenarlos. Entre los cuales podemos encontrar los siguientes:

Exposiciones tóxicas, como a metales pesados, aluminio y mercurio de alimentos marinos contaminados; vacunas; microbios tóxicos como virus y moho; glifosato y campos electromagnéticos de teléfonos celulares y el wifi; solo para nombrar algunos.

Deficiencia de vitamina D

Inflamación cerebral desencadenada por encefalitis después de la vacunación, placenta defectuosa, barrera hematoencefálica inmadura, respuesta inmune a la infección de la madre durante el embarazo, parto prematuro y toxinas ambientales.7

Inflamación intestinal provocada por un microbioma desequilibrado. Los factores que han contribuido incluyen a la cesárea, el microbioma anormal en la madre, la alimentación con fórmula infantil y una alimentación rica en alimentos procesados.

La doctora y neuróloga rusa, Natasha Campbell-McBride, considera que la toxicidad cerebral derivada de la toxicidad intestinal, también conocida como Síndrome del Intestino y la Psicología (GAPS), es un factor importante para preparar el escenario del autismo, especialmente cuando las vacunas se añaden a la formula.

Según Campbell-McBride, la toxicidad que fluye del intestino del niño llena al cerebro con toxicidad, lo que impide la realización de funciones normales, así como el procesamiento de la información sensorial.

La conexión cerebro-intestinal en el autismo

Como se mencionó anteriormente, investigaciones recientes confirman y refuerzan aún más la teoría de que el intestino desempeña un rol muy importante en el desarrollo del TEA. Según este estudio, publicado en la revista Autism Research:8,9

"Las personas con autismo comúnmente experimentan problemas gastrointestinales, sin embargo, la causa continúa siendo desconocida. Informamos los síntomas intestinales en pacientes con autismo, asociados con la mutación R451C que codifica la proteína neuroligina-3.
Demostramos que muchos de los genes implicados en el autismo se expresan en el intestino de los ratones.
La mutación de la neuroligina-3 R451C altera el sistema nervioso entérico, causa disfunción gastrointestinal e interrumpe las poblaciones de microbios intestinales en ratones. La disfunción intestinal en el autismo podría deberse a mutaciones que afectan a la comunicación neuronal".

En otras palabras, las mutaciones genéticas encontradas tanto en el intestino como en el cerebro pueden ser las principales culpables. Se ha demostrado anteriormente que la mutación en la neuroligina-3 R451C altera la función sináptica del hipocampo y la corteza, lo que resulta en una deficiencia del comportamiento social.10

Otra investigación ha demostrado que las mutaciones del neuroligin-3 también pueden desencadenar "habilidades cognitivas especializadas" observadas en algunos niños con autismo.11 Investigaciones anteriores también han relacionado la mutación con la disfunción intestinal.12

La investigadora, Elisa Hill-Yardin, profesora asociada de la RMIT University en Melbourne, Australia, explicó lo siguiente a Neuroscience News:13

"Sabemos que el cerebro y el intestino comparten muchas de las mismas neuronas y actualmente, por primera vez, hemos confirmado que también comparten mutaciones genéticas relacionadas con el autismo. Hasta el 90 % de las personas con autismo sufren problemas intestinales, lo que puede generar un impacto significativo en su vida diaria.
Nuestros hallazgos sugieren que estos problemas gastrointestinales pueden deberse a las mismas mutaciones en los genes que son responsables de los problemas cerebrales y de comportamiento en el autismo.
Para médicos, familias e investigadores, es una forma completamente nueva de ver el autismo, mientras se amplían nuestros horizontes en la búsqueda de tratamientos para mejorar la calidad de vida de las personas con autismo".

Cómo es que la mutación del neuroligin-3 altera la función intestinal

El estudio presentado se basa en investigaciones anteriores, incluyendo el trabajo clínico no publicado por investigadores suecos, daneses y franceses. Neuroscience News reporta lo siguiente:14

"El estudio de dos hermanos con autismo realizado por el profesor Christopher Gillberg (Universidad de Gotemburgo), la profesora Maria Råstam (Universidad de Lund) y el profesor Thomas Bourgeron (Instituto Pasteur) fue el primero en identificar una mutación genética específica como causa del trastorno de desarrollo neurológico.
Esta mutación afecta la comunicación al alterar el "velcro" que existe entre las neuronas que las mantiene en contacto directo. Gillberg y Råstam también tomaron notas detalladas de los problemas gastrointestinales significativos observados en los hermanos.
Los investigadores del equipo Gut-Brain Axis en RMIT han desarrollado este trabajo clínico con una serie de estudios sobre la función y la estructura del intestino en ratones que exponen la misma mutación del gen "velcro". El equipo encontró que esta mutación tiene repercusiones en lo siguiente:
Contracciones intestinales
El número de neuronas en el intestino delgado
La velocidad de transporte de los alimentos a través del intestino delgado
Respuestas a un neurotransmisor crítico importante en el autismo (bien conocido, pero no identificado previamente, que desempeña cualquier papel importante en el intestino)
Aunque esta mutación específica conocida como 'velcro' es inusual, es una de las más de 150 mutaciones genéticas relacionadas con el autismo que alteran las conexiones neuronales, según Hill-Yardin.
'El vínculo que hemos confirmado sugiere un mecanismo más amplio, el cual indica que las mutaciones que afectan las conexiones entre las neuronas podrían causar los problemas intestinales en diferentes pacientes'".

Diferencias encontradas entre la microbiota intestinal de niños sanos y de niños con autismo

Incluso sin un componente genético, el microbioma intestinal parece ser de gran importancia en el TEA. En un estudio de PLOS ONE del 2013, los investigadores analizaron el contenido microbiano de muestras fecales de 20 niños sanos y 20 niños con autismo, lo que demostró diferencias distintivas entre los dos grupos.15 Según lo informado por el portal Medical News Today:16

"Tres géneros bacterianos (Prevotella, Coprococcus y Veillonellaceae) disminuyeron en sujetos con autismo, al ser comparados con las muestras de niños normales. Los tres géneros representan grupos importantes de microbios que degradan o fermentan carbohidratos.
Dichas bacterias podrían ser críticas para las interacciones saludables entre los microbios y el intestino, o pueden desempeñar un papel de apoyo para una gran red de diferentes microorganismos intestinales. Esto último explicaría la disminución de la diversidad observada en muestras autistas".

Los investigadores notaron que la microflora intestinal de los niños autistas había reducido la riqueza y diversidad, los cuales son factores esenciales para crear una comunidad bacteriana capaz de lidiar con los ataques ambientales. En otras palabras, contar con un microbioma intestinal desequilibrado puede crear una susceptibilidad a los efectos adversos de las toxinas ambientales.

Uno de los autores principales mencionó lo siguiente:17 "Creemos que un intestino diverso es un intestino sano", además sugirió que los antibióticos pueden jugar un papel importante, ya que pueden eliminar bacterias beneficiosas y han sido administrados con mayor frecuencia en los primeros tres años de vida de los niños con autismo, en comparación con los niños no autistas.

El protocolo GAPS puede ser la respuesta para muchos casos

La investigación de Campbell-McBride demuestra que existe una interacción dinámica profunda entre el intestino, el cerebro y el sistema inmunológico. Ella ha logrado desarrollar lo que podría ser una de las estrategias de tratamiento más importantes para prevenir el autismo.

En su investigación, Campbell-McBride descubrió que casi todas las madres de estos niños cuentan con un microbioma intestinal anormal, lo cual es importante porque los recién nacidos lo heredan de sus madres en el momento del nacimiento. Mantener un microbioma intestinal normal en los primeros 20 días de vida es crucial en la maduración del sistema inmunológico de un bebé.

Los bebés que desarrollan un microbioma intestinal anormal permanecen con sistemas inmunológicos comprometidos, lo que los pone en mayor riesgo de sufrir reacciones a las vacunas.

Si su bebé cuenta con microbioma intestinal subóptimo, las vacunas pueden convertirse en la "gota que derramo el vaso", tal como un desencadenante que "prepara" al sistema inmunológico para desarrollar problemas de salud crónicos.

Las pruebas de laboratorio simples pueden identificar el GAPS

La buena noticia es que puede identificar el GAPS de manera económica en las primeras semanas de vida del bebé, lo que puede ayudar a tomar decisiones informadas sobre las vacunas, así como los métodos para encaminar a su hijo hacia una vida más saludable.

El proceso completo para identificar a los niños con riesgo de desarrollar autismo a partir de una vacuna se describe en el libro titulado "Gut and Psychology Syndrome: Natural Treatment for Autism, Dyspraxia, A.D.D., Dyslexia, A.D.H.D., Depression, Schizophrenia". Pero, para resumir, en su práctica comienza por recolectar un historial de salud completo de los padres, para así evaluar su salud intestinal.

Posteriormente, dentro de los primeros días de vida, se analizan las heces del niño para determinar el estado de su microbioma intestinal, seguido de un análisis de orina para detectar metabolitos.

Estos factores juntos pueden crear una imagen del estado del sistema inmunológico del niño. Estas pruebas se encuentran disponibles en la mayoría de los laboratorios de todo el mundo.

Si los resultados de la prueba son normales, el riesgo de autismo después de la vacuna se reduce significativamente. Si descubre que su bebé muestra una microflora anormal o comienza a desarrollar síntomas de autismo, debe comenzar el programa GAPS inmediatamente, ya que cuanto más pequeño sea el bebé al comenzar el tratamiento, mejores serán los resultados.

El bebé tampoco debe recibir ninguna vacuna hasta que las pruebas del microbioma intestinal sean normales.

Poder determinar si el microbioma está debilitado desde el principio es crucial para proteger la salud del bebé

Campbell-McBride revirtió el autismo de su propio hijo al implementar cambios en la alimentación y la desintoxicación; su hipótesis es, en mi opinión, una de las más relevantes.

Creo que el protocolo nutricional GAPS es importante para la mayoría de las personas en la actualidad, ya que la mayoría muestra mala salud intestinal debido a una mala alimentación y a las exposiciones tóxicas, pero es particularmente importante para las mujeres embarazadas y niños jóvenes.

La mejor manera de prevenir el GAPS es mediante la eliminación de los alimentos procesados, el azúcar, los antibióticos y las píldoras anticonceptivas antes de la concepción, ya que éstas desarrollan el crecimiento de la levadura y los hongos, mientras que provocan el intestino permeable.

Esto debe continuar con la lactancia materna y evitar el uso de antibióticos durante (intraparto) y después del parto.

Otro factor importante es la deficiencia de vitamina D, especialmente al combinarse con un microbioma intestinal dañado. Optimizar los niveles de vitamina D, así como el microbioma intestinal antes y durante el embarazo pueden ser dos de las estrategias de prevención más importantes descubiertas en la actualidad.