📝 HISTORIA EN BREVE

  • Un estudio de más de 1.3 millones de personas en Estados Unidos descubrió que las personas que vivían en áreas con niveles elevados de tricloroetileno (TCE) tuvieron un riesgo 10 % mayor de padecer enfermedad de Parkinson que las que vivían en regiones más limpias
  • El TCE, que es un solvente que alguna vez se utilizó en la limpieza en seco y el desengrasado, persiste en el aire, el suelo y las aguas subterráneas durante décadas, lo que expone a las personas a través del agua contaminada y el aire interior, incluso lejos de los sitios industriales
  • Las investigaciones de laboratorio demostraron que el TCE daña las neuronas encargadas de producir dopamina, altera la producción de energía mitocondrial y provoca que se acumulen proteínas tóxicas como la que se observa en los pacientes con Parkinson
  • Los estudios demuestran que la exposición constante y de bajo nivel a toxinas ambientales erosiona la salud del cerebro con el tiempo, en especial en los adultos mayores con sistemas de reparación celular debilitados
  • Reducir la exposición a través del agua limpia, una buena ventilación y opciones para el hogar con bajo contenido de toxinas, al mismo tiempo que apoya a las células al dormir bien, moverse con regularidad y consumir alimentos enteros sin procesar, ayuda a proteger la producción de energía mitocondrial y a fortalecer la resiliencia neurológica a largo plazo

🩺 Por el Dr. Mercola

La enfermedad de Parkinson es el trastorno neurológico que más rápido aumenta en el mundo,1 y las investigaciones recientes demuestran que un solvente común de limpieza en seco utilizado durante casi un siglo contribuye a ese aumento. Esta sustancia química (tricloroetileno, o TCE) se ha detectado en hasta un 30 % de los suministros de agua potable de Estados Unidos y permanece en el suelo y el aire mucho tiempo después de que se haya dejado de utilizar con fines industriales.2

La exposición al TCE no requiere trabajar en una fábrica o planta química, también ocurre al respirar aire exterior cerca de sitios contaminados o utilizar aguas subterráneas contaminadas. En el pasado, el TCE era valorado por su habilidad para disolver la grasa y limpiar en seco las telas, pero ahora se reconoce que es una neurotoxina persistente.

Cuando se inhala o se ingiere, pasa rápido a través de la barrera hematoencefálica y daña las mismas neuronas que se destruyen en el Parkinson. La evidencia de investigaciones tanto en humanos como en animales demuestra que incluso la exposición moderada y crónica altera la función de las mitocondrias (el motor de energía dentro de las células), lo que provoca estrés oxidativo e inflamación que erosionan de forma gradual la salud del cerebro.

Estos descubrimientos indican un problema más profundo, y es que las toxinas ambientales perjudican la salud neurológica a lo largo de las generaciones. Entender cómo la exposición a este solvente altera la química del cerebro y aumenta el riesgo de padecer Parkinson es el primer paso para protegerse y también a sus seres queridos.

Un estudio de Estados Unidos relaciona la exposición al TCE con un riesgo mayor de Parkinson

La enfermedad de Parkinson, que se caracteriza por temblores, rigidez muscular, movimientos lentos y problemas de equilibrio, se desarrolla cuando las células del cerebro encargadas de producir dopamina comienzan a morir. La mayoría de las personas notan síntomas tempranos, como menor movimiento de los brazos, cambios en la escritura o alteraciones del sueño, mucho antes del diagnóstico. Con el tiempo, esto progresa a complicaciones más graves que afectan el habla, la memoria y la movilidad. En un estudio que se publicó en Neurology, los investigadores relacionaron la exposición prolongada a los solventes con el aumento de las tasas de Parkinson.3

Los investigadores analizaron los registros médicos de más de 1.3 millones de adultos mayores en todo Estados Unidos para determinar si vivir en áreas con niveles elevados de TCE en el aire se asociaba con un riesgo mayor de enfermedad de Parkinson. Debido a que permanece en el medio ambiente durante décadas, incluso las comunidades alejadas de las fábricas activas están expuestas a través del suelo, el aire y las aguas subterráneas.

• Los adultos mayores expuestos a más TCE enfrentaron un aumento medible en los diagnósticos de Parkinson: las personas que vivían en el 10 % de las zonas con mayor concentración de TCE tuvieron un riesgo 10 % más elevado de desarrollar Parkinson que aquellas en las regiones de menor exposición.

La relación se mantuvo significativa incluso después de ajustar por edad, sexo y demografía regional. El hallazgo es importante porque la enfermedad de Parkinson suele desarrollarse a lo largo de décadas. Esto sugiere que la exposición al TCE crónica y de bajo nivel contribuye a que aparezca la enfermedad mucho antes de que se manifiesten los síntomas.

• El estudio encontró síntomas neurológicos tempranos en áreas de gran exposición: los residentes de regiones con niveles más elevados de TCE tuvieron más probabilidades de reportar problemas de equilibrio, caídas y deterioro cognitivo leve, los cuales son precursores que suelen preceder al diagnóstico de Parkinson por varios años. Estos primeros síntomas sirven como pistas de que la exposición ambiental daña la salud del cerebro mucho antes de que se desarrolle la enfermedad por completo.

• Los datos geográficos expusieron puntos críticos de riesgo neurológico: cuando los investigadores mapearon los casos de Parkinson en todo Estados Unidos, descubrieron grupos distintos alrededor de áreas industriales e instalaciones conocidas que emitían TCE, incluso en Oregón, Indiana y partes del Medio Oeste. El riesgo disminuyó de manera constante a medida que las personas vivían más lejos de estos sitios de emisión. Este patrón proporciona una buena evidencia del mundo real de que la contaminación ambiental contribuye de manera directa a los trastornos neurológicos.

• El TCE persiste en el cuerpo y el medio ambiente, lo que hace que sea difícil evitar la exposición: incluso después de que las fábricas cerraran, los residuos de TCE permanecieron atrapados en el suelo y las aguas subterráneas durante décadas. Los vapores se filtran en los hogares y lugares de trabajo a través de los sótanos o los sistemas de plomería, lo que expone a las personas sin su conocimiento. Por esta razón, el hecho de vivir cerca de una zona industrial antigua conlleva consecuencias neurológicas a largo plazo.

Saber que el riesgo de padecer Parkinson aumenta incluso con una exposición pequeña y repetida destaca la necesidad de filtrar el aire y el agua de su hogar, evitar el uso de desengrasantes químicos y apoyar la limpieza de sitios contaminados. La investigación deja claro que proteger el entorno no se puede separar de proteger la salud del cerebro.

Una investigación de laboratorio demuestra cómo el TCE daña las neuronas a nivel celular

Antes de que los investigadores examinaran los efectos del TCE en los humanos, algunos experimentos de laboratorio demostraron lo que este solvente hace dentro del cerebro. Este estudio que se publicó en Neurobiology of Disease exploró cómo el TCE afecta los centros de control motor del cerebro con el uso de ratas viejas, que imitan la vulnerabilidad humana a la enfermedad de Parkinson.4

Después de solo seis semanas de exposición al TCE todos los días, los investigadores observaron una pérdida significativa de neuronas en la sustancia negra, que es la misma área que se degenera en las personas diagnosticadas con Parkinson. Estos hallazgos confirman que el solvente en sí, y no solo la predisposición genética u otras toxinas, tiene un efecto tóxico sobre el tejido cerebral.

• En específico, los cerebros más viejos fueron vulnerables a los efectos tóxicos del TCE: el estudio demostró que el envejecimiento aumentó el daño, lo que sugiere que los adultos mayores con exposición ambiental durante toda la vida enfrentan un riesgo neurológico mayor.

El deterioro de la función de las mitocondrias relacionado con la edad, junto con la exposición continua, pareció acelerar la muerte celular. Esto significa que proteger la salud del cerebro se vuelve aún más importante con la edad, ya que décadas de exposición ambiental perjudican la habilidad del cerebro para regenerar neuronas sanas.

• El TCE interrumpió la producción de energía dentro de las células del cerebro: el TCE interfirió con las mitocondrias (que son las fuentes de energía de las células), lo que provocó que se acumulara el estrés oxidativo. El estrés oxidativo ocurre cuando las defensas antioxidantes del cuerpo se abruman, lo que genera daño celular.

Este desequilibrio provoca inflamación y con el tiempo mata las neuronas de dopamina. El solvente afecta el sistema energético del cerebro, lo que deja a las neuronas incapaces de mantener el movimiento y la coordinación.

• El solvente provocó una acumulación peligrosa de proteínas dentro de las neuronas: la exposición al TCE aumentó la acumulación de una proteína pegajosa que se agrupa en los cerebros de los pacientes con Parkinson. Cuando se forman estos grupos, interrumpen la señalización normal del cerebro y crean numerosas disfunciones que refleja el proceso de la enfermedad en los humanos. La contaminación química provocó los mismos cambios tóxicos en el cerebro que se observan en la enfermedad de Parkinson, incluso sin ningún factor de riesgo genético.

• El TCE activó un interruptor que aceleró el daño a las células del cerebro: los investigadores descubrieron que el TCE alteró la forma en que las células del cerebro limpian los desechos y controlan la inflamación. Una vez que ese sistema se sobreactivó, creó una reacción en cadena de estrés y daño dentro de las células, lo que llevó a que se perdieran más rápido las neuronas que controlan el movimiento. En otras palabras, el TCE hizo que el proceso de limpieza del cerebro se descontrolara, lo que lo hizo pasar de tener un efecto protector a uno destructivo.

Estrategias prácticas para proteger su cerebro y fortalecer la salud de las células

Proteger su cerebro de las enfermedades neurodegenerativas comienza con la protección de sus células, que se encargan de darle energía a su mente y su cuerpo. Las mismas toxinas ambientales que se relacionan con la enfermedad de Parkinson, como el TCE y los pesticidas, también atacan a las mitocondrias. Cuando sus mitocondrias fallan, afecta todos los sistemas del cuerpo, desde los músculos hasta el estado de ánimo. Sin embargo, tomar las decisiones adecuadas todos los días podría permitirle restaurar la función de las mitocondrias, reducir la exposición a toxinas y disminuir el riesgo a largo plazo de deterioro neurológico.

1. Verifique si su entorno lo pone en riesgo: si su hogar o lugar de trabajo está ubicado cerca de una antigua tintorería, una instalación militar o un sitio de fabricación, podría estar expuesto a residuos de solventes como el TCE. Pregunte a su proveedor de agua local por los resultados de pruebas recientes, solicite un informe completo de contaminantes y descubra si hay sitios con intrusión de vapor en su área. Conocer su riesgo de exposición le permite actuar antes de que afecte su salud.

2. Limpie su agua antes de que llegue a su cuerpo: cada sorbo de agua y ducha es importante cuando se trata de reducir toxinas. Elija un sistema de filtración de agua de buena calidad para eliminar solventes, metales y residuos de pesticidas. Filtrar el agua protege todo el cuerpo, lo que alivia la carga del cerebro, el hígado y los riñones y mantiene las células libres de las sustancias químicas nocivas.

3. Evite que los vapores químicos ingresen a su hogar: los solventes industriales se elevan a través del suelo y se filtran a través de grietas en los pisos de concreto, por lo que ingresan al aire interior sin que se note. Aumente la ventilación con extractores de aire o intercambiadores de aire y selle los huecos de los cimientos para bloquear estos gases invisibles.

Una barrera de vapor le brinda más protección, pero incluso las medidas sencillas, como utilizar un purificador de aire y hacer que circule aire fresco a través de su casa, ayudan a reducir los niveles de contaminación y proteger la salud de su familia.

4. Evite la exposición a sustancias químicas siempre que sea posible: elija productos orgánicos siempre que pueda para limitar los residuos de pesticidas, evite los productos químicos para césped y jardín y sustituya la limpieza en seco por una limpieza a base de agua o dióxido de carbono. Cada toxina que elimina reduce la carga de su cuerpo y le da a sus células espacio para repararse y prosperar.

5. Construya la resiliencia cerebral de adentro hacia afuera: proteger su cerebro comienza con la forma en que nutre y cuida su cuerpo cada día. Expóngase todos los días a la luz del sol para mantener niveles saludables de vitamina D, que regulan los genes protectores del cerebro y reducen la inflamación. Apoye sus mitocondrias con carbohidratos saludables (alrededor de 250 gramos al día), primero comience con fruta y arroz blanco mientras su intestino se cura.

Para fortalecer su intestino, evite los alimentos ultraprocesados, incluyendo los aceites de semillas, y agregue más alimentos ricos en fibra, como tubérculos y legumbres, poco a poco y solo si los puede tolerar. Moverse con regularidad y dormir bien mejoran aún más el flujo de oxígeno y la eliminación de toxinas, lo que le da a su cerebro la energía y la claridad que necesita para mantenerse alerta durante toda la vida.

Proteger la salud celular a través de la alimentación, la reducción de toxinas y el estilo de vida no se trata solo de evitar enfermedades, sino de preservar su claridad, energía e independencia en el futuro. Cada estrategia que implementa para estar en un medio ambiente más limpio y tener mitocondrias más fuertes le ayuda a tener una salud neurológica duradera.

Preguntas frecuentes sobre la exposición al TCE y la enfermedad de Parkinson

P: ¿Qué es el TCE y por qué es peligroso?

R: El TCE es un solvente que se solía utilizar en la limpieza en seco, el desengrasado de metales y la fabricación. Ahora se reconoce como una neurotoxina que permanece en el suelo, las aguas subterráneas y el aire durante décadas. Cuando se inhala o se consume, llega al cerebro y daña las neuronas encargadas de producir dopamina, lo que aumenta el riesgo de padecer la enfermedad de Parkinson.

P: ¿Qué tan común es la contaminación por TCE en Estados Unidos?

R: Se ha descubierto TCE en un 30 % de los suministros de agua potable de Estados Unidos y en miles de sitios industriales o militares contaminados. Incluso las zonas alejadas de las fábricas activas aún están en riesgo porque el TCE se desplaza a través del suelo y se vaporiza en el aire interior.

P: ¿Qué demostraron los estudios recientes sobre la enfermedad de Parkinson y la exposición al TCE?

R: El estudio de Neurología analizó a más de 1.3 millones de adultos en Estados Unidos y descubrió que las personas que vivían en áreas con las mayores concentraciones de TCE tuvieron un riesgo 10 % mayor de padecer enfermedad de Parkinson. 5 Un estudio de Neurobiología de la Enfermedad demostró que la exposición al TCE daña las células del cerebro al interrumpir la producción de energía, provocar inflamación y causar acumulación de proteínas tóxicas, lo que replica los mismos cambios en el cerebro que se observan en los casos de Parkinson en humanos.6

P: ¿Cómo puedo reducir mi exposición al TCE y otros solventes?

R: Verifique si su hogar o lugar de trabajo está cerca de un sitio de contaminación conocido y pídale a su proveedor de agua local un informe detallado. Utilice un sistema de filtración de buena calidad para el agua potable y de baño, mejore la ventilación interior y selle las grietas en sótanos o cimientos para evitar que el vapor entre. Evite la limpieza en seco convencional y los desengrasantes domésticos que contienen sustancias químicas agresivas.

P: ¿Qué hábitos diarios ayudan a proteger el cerebro de las toxinas ambientales?

R: Para apoyar las defensas de su cuerpo, optimice sus niveles de vitamina D a través de la exposición a la luz del sol, cuide de su salud intestinal y consuma alimentos ricos en nutrientes que fortalezcan las mitocondrias. Hacer ejercicio con regularidad y dormir bien también ayudan al cerebro a eliminar toxinas y mantenerse resistente a los factores estresantes del ambiente.